Hola, soy Pilar, tarotista y vidente en Wengo. Hoy quiero dar mi visión sobre un libro clásico en China y bastante conocido entre nosotros, pero más por referencias que directamente.
Una descripción aséptica podría comenzar diciendo que el I Ching o Libro de la Mutaciones es el nombre de un libro clásico de la cultura china, de contenido oracular y filosófico, conjunto de sucesivas adiciones, cuyo núcleo primordial se data antes del primer milenio a. C., recibiendo en los siglos siguientes sucesivas adiciones y purgas, para estabilizarse en su forma clásica sobre el 300 a. C. con los comentarios de los discípulos de Confucio.
Pero la tradición considera al I Ching no un manual interpretativo ni una guía oracular al uso, sino un verdadero ente animado e inteligente, potenciado por agentes espirituales de distinta índole. Es posible así preguntarle directamente y esperar de él respuestas con sentido y profundidad, sin necesidad de mediador o intérprete. De este modo se ha usado durante milenios en la civilización china.
El sistema simbólico del I Ching está perfectamente estructurado y basado en el principio filosófico de los dos elementos primordiales de la existencia -el ying y el yang, lo creativo y lo receptivo-. Representados como una línea entera o quebrada. Estos se combinan repetidamente para conformar 8 trigramas básicos, que a su vez se combinan de dos en dos para formar un total de 64 hexagramas. Estos no pueden considerarse simplemente equivalentes a los símbolos, arcanos o arquetipos de otros sistemas adivinatorios. En un elaborado proceso (tradicionalmente con tallos de plantas, también con monedas) se va calculando el valor de cada línea por separado, existiendo la posibilidad de obtener no 2, sino 4 resultados distintos porque el ying o el yang pueden ser 'mutantes' o 'viejos' y estar a punto de devenir en su contrario, lo que conlleva sentidos especiales para las líneas en que esto ocurre, y aún más, pues el hexagrama resultante de esta mutación también forma parte de la respuesta. Estos matices articulan y enriquecen la respuesta de cada caso concreto individualizándola en un esquema muy rico y complejo.
El universo descrito en el I Ching está dominado por el principio del cambio y la sucesión entre los opuestos, que se van alternando de forma cíclica. Es reflejo de una cultura muy alejada del esquema aristótelico de la relación causa-efecto que estructura el modo de comprender la realidad de nuestras sociedades occidentales. Por eso sus respuestas nos chocan y nos resultan ajenas si pretendemos analizarlas desde lo racional, desde lo material, desde lo objetivo.
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Las imágenes y símbolos descritos en cada hexagrama apelan a una conexión muy distinta y a un concepto del ser que va más allá de lo material y mundano. Por eso tienen un componente ético que Confucio o Lao-Tsé pudieron definir como suprema expresión de la autoridad espiritual. Ese mismo valor permitió a Jung poner al I Ching como ejemplo del fenómeno de la sincronicidad: la coincidencia entre hechos simultáneos pero no relacionados a primera vista, que nuestra razón desprecia como 'simple casualidad', pero que el inconsciente reconoce como ligados entre sí. Así, el hexagrama conseguido en un momento y circunstancia concreta no es arbitrario, sino una manifestación específica indicadora de esa misma circunstancia. Esta relación más allá del azar se extiende especialmente a los estados subjetivos del consultante.
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El I Ching no es un oráculo abordable y práctico al uso occidental, como el tarot, las runas o las tablas. No ofrece hechos claros, resultados concretos, ni elecciones simples. No alardea de su poder ni es fácil de abordar. Para afrontarlo debemos superar las barreras de una cultura distinta y un lenguaje arcaico y ornamental, pleno de imágenes extrañas a nuestra experiencia. Pero para quien busque el autoconocimiento y explorar la motivación profunda de sus actos puede ser el libro más indicado como método de exploración del inconsciente.
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